Los perros son unos animales muy fieles al hombre se domesticaron antes incluso que los gatos.
Quizás sea este motivo porque algunos perros no dejan la tumba de sus dueños.
Recorreremos el mundo entero, para buscar historias de perros comenzamos ya.
Canelo
Cadiz
“Canelo” era el perro de un hombre que vivía en Cádiz a finales de los 80.Seguía a su dueño a todas partes y en todo momento. Este hombre anónimo vivía solo, por lo que el buen perro era su más leal amigo y único compañero.
Cada mañana se los podía ver caminando juntos por las calles de la ciudad cuando el buen hombre sacaba a pasear a su amigo. Una vez a la semana uno de esos paseos eran hacía el Hospital Puerta de Mar, ya que debido a complicaciones renales el hombre se sometía a tratamientos de diálisis.
Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba a Canelo esperándolo en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis, y juntos se dirigían a casa. Esa era una rutina que habían cumplido durante mucho tiempo.
Cierto día el hombre sufrió una complicación en medio de su tratamiento, los médicos no pudieron superarla y éste falleció en el hospital. Mientras tanto “Canelo” como siempre, seguía esperando la salida de su dueño tumbado junto a la puerta del centro de salud. Pero su dueño nunca salió.
El perro permaneció allí sentado, esperando durante 12 años. Ni el hambre ni la sed lo apartaron de la puerta. Día tras día, con frío, lluvia, viento o calor seguía acostado en la puerta del hospital esperando a su amigo para ir a casa.
Los vecinos de la zona se percataron de la situación y sintieron la necesidad de cuidar al animal. Se turnaban para llevarle agua y comida, incluso lograron la devolución e indulto de Canelo una ocasión en que la perrera municipal se lo llevó para sacrificarlo.

Doce años, algo increíble, se fue el tiempo que el noble animal pasó esperando fuera del hospital la salida de su amo. Nunca se aburrió ni se fue en busca de alimento, tampoco buscó una nueva familia. Sabía que su único amigo había entrado por esa puerta, y que él debería esperarlo para volver juntos a casa.
La espera se prolongó hasta el 9 de diciembre del 2002, en que Canelo murió atropellado en las afueras del hospital.
La espera se prolongó hasta el 9 de diciembre del 2002, en que Canelo murió atropellado en las afueras del hospital.
La historia de Canelo fue muy conocida en toda la ciudad de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al cariño, dedicación y lealtad de Canelo puso su nombre a una calle y una placa en su honor.
FIDO
BORGO SAN LORENZO, ITALIA

En un pueblito italiano a finales de la década de 1930 había un joven de nombre Luigi quien adoptó y crió un perrito mestizo bautizado “Fido”. Cada mañana Fido acompañaba a su amo a la estación de ferrocarril situada a unos 2 Km. del hogar.
El joven trabajaba en carpintería en una pequeña ciudad de la zona y para desplazase tenía que tomar el tren todas las mañanas, regresando a su pueblito a las 5.30 todas las tardes. Allí estaba Fido esperando a Luigi ,día tras día.
Después de expresar con brincos y ladridos la alegría del encuentro con su amo, Fido daba unas carreritas y saltaba en el monte todo contento, hasta llegar a casa. Esa rutina diaria fue interrumpida bruscamente cuando Luigi fue reclutado en el ejército y enviado al frente ruso en 1943. La interrupción fue para Luigi pero no para Fido quien ya no iba en las mañanas pero si se presentaba puntualmente todas las tardes en la estación del tren ,esperando el regreso de su querido amo.
Fido oía de lejos apenas perceptible, el ruido de la locomotora. Todo tenso y esperanzado veía al tren pararse en la estación. Entonces iba de vagón en vagón, moviendo su colita y husmeando las escaleritas y los pasajeros que bajaban para identificar alguna huella de su amo. El tren se marchaba y la gente también. Después de esperar un ratito mas, Fido, triste y abatido con la cabeza baja y la cola entre las piernas ,regresaba solitario a su casa donde los padres de Luigi aún albergaban una chispa de esperanza de volver a ver vivo a su hijo amado . . . Luigi nunca volvió. Fue una víctima mas de la Segunda Guerra Mundial que mató decenas de miles de seres, algunos pecadores y criminales pero la gran mayoría, inocentes.
Los meses y años pasaban. A principios de los 50, Fido tenía dificultades para desplazarse; no pudo escapar a los achaques de la vejez; tenía artritis. Sin embargo, Fido no perdía esperanzas. A pesar de los dolores para movilizarse y las fuerzas que mermaban cada vez mas, él seguía con su rutina convencido del regreso de su amo. El trecho de camino que hacía antes con ligereza en 15 minutos, tardaba ahora 2 horas, llegando a casa completamente agotado. Fué una tarde de invierno con fuerte viento y nevada. Fido dio sus últimos pasos sobre el blanco camino, se tambaleó y su noble corazón dejo de latir . . .
Al día siguiente encontraron su pobre cuerpecito congelado y cubierto de nieve. Todo el pueblo conocía a Fido, todos lo lloraron, todos lo vieron hacer sus caminatas infructuosas y sabían lo que Fido buscaba desesperadamente. No fue dificil convencer a esa gente modesta y buena, de colaborar con la erección de una estatua dedicada a la memoria de Fido, situada hoy en día al lado de la misma estación de ferrocarril que Fido visitaba a diario, día tras día por el resto de su vida. El epitafio: “Un ejemplo para todos los humanos de lo que es la máxima expresión del AMOR Y FIDELIDAD “.
Sentimos que no hayamos terminado es que son muy largas estas historias y no queremos aburirlos en la próxima parte vamos a Tokio con Hachiko y a argentina con Collie
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